Después de amasar una fortuna con negocios relacionados con la metalurgia, Henry Clay Frick se trasladó desde Pittsburgh a Nueva York en 1913 e hizo construir esta mansión donde pasaría sus últimos años de vida. El edificio fue construido por los arquitectos Carrère y Hastingns y restaurado en 1935 para adaptar sus instalaciones para su uso como museo. En las 19 salas que componen el museo se exponen lienzos de los maestros más importantes de los siglos XIV al XIX, así como muebles, esculturas y porcelanas.