La organización Big Apple Greeter cumple este año su vigésimo aniversario con la misma pasión de siempre de sus voluntarios por mostrar la ciudad de Nueva York, una pasión que nace y es contagiada por su fundadora Lynn Brooks.
Big Apple Greeter fue dundada por Lynn Brooks en 1992, en un época en que la ciudad mostraba su peor imagen para el turismo debido a más de 25 años de una delincuencia que había dejado la ciudad con calles, parques, estaciones y edificios en un estado de decadencia más parecido a la de una ciudad sin ley. Durante los años setenta y ochenta, la ciudad de Nueva York fue considerada tan sucia, peligrosa y cara que el comercio en general se vio seriamente afectado. Las empresas relacionadas con el sector del turismo como agencias de viajes, hoteles, restaurantes, teatros e instituciones culturales, sufrieron de igual forma el momento de crisis.
Lynn Brooks se encontraba molesta por la mala reputación y los problemas económicos por los que estaba pasando su ciudad. De padres neoyorquinos, Brooks nació y se crió en el Upper West Side de Nueva York, demostrando desde siempre un gran apego por su ciudad. Dedicó su vida profesional a la educación en la Julia Richmond High School, en el Hunter College y la New York University. Tanto en su educación como en gran parte de su carrera, Brooks mostró un profundo interés por las relaciones humanas, en concreto por el fomento del entendimiento entre diferentes culturas. También mostró desde siempre un gran interés por el voluntariado. Como directora ejecutiva del Centro Internacional, ella y un equipo de diez personas logró reunir a 1.000 voluntarios para el asesoramiento de una gran cantidad de personas que llegaban a la ciudad.
Con 59 años de edad y tras una exitosa carrera con el liderazgo de una impresionante lista de organizaciones sin fines de lucro, Brooks buscó un nuevo reto; quería encontrar un compromiso que no fuera a tiempo completo, algo que le permitiera un espacio personal, por primera vez en su vida.
El concepto de Big Apple Greeter no surge de la mente de Brooks totalmente formado sino que parte de una asociación de ideas, la ayuda de unas personas que fueron clave y, como sucede a menudo con las grandes ideas, la casualidad. Basándose en su experiencia en relaciones humanas, la idea de juntar de alguna manera a neoyorquinos con personas de otras culturas le sedujo desde el principio. Más tarde, durante un viaje a Israel con su marido, el periodista Stan Brooks, se fijó en los "guías" voluntarios de algunos hoteles que contaban a los visitantes sus experiencias personales en su país, que también había tenido sus propios problemas de imagen a lo largo de los años. A Brooks esto le sugirió la idea de reunir a neoyorquinos con personas de lugares, demografías y culturas diferentes para compartir una percepción de primera mano de lo mejor de nueva York.
Desde el principio, Brooks basó su idea en el concepto del voluntariado. Su instinto le decía que debía haber muchos neoyorquinos tan apasionados por la ciudad como ella y que no dudarían en aprovechar esta oportunidad para devolver a la ciudad lo que ella les daba. Esta idea era fundamental ya que iba a necesitar un gran equipo de personas si su proyecto tenía éxito. Es más, desde el principio tuvo claro que si el trabajo se hiciese a cambio de un sueldo, la naturaleza de la interacción humana que había imaginado no sería la misma, incluso si el precio fuera para cubrir los gastos. La pregunta era cómo empezar. La respuesta vino enseguida, cuando la presidenta del distrito de Manhattan, Ruth Messinger, se reunió con ella para hablar de su idea. Una sola reunión fue suficiente; Messinger se dio cuenta igual que Brooks que no sólo tenía las bases de un concepto creativo que abordaba directamente un problema grave de la ciudad, sino que también consideró que los antecedentes y la personalidad de Brooks eran exactamente lo que necesitaban para que la idea se hiciese realidad. Messinger ofreció todo su apoyo hasta el punto de que la puso en contacto con personas que podrían ayudar financieramente al proyecto, incluso permitió a Brooks que se presentaran a ellas en su nombre para captar mayor atención.
Si bien en principio la intención principal de Brooks no era la de centrarse en el sector turístico de la ciudad, se hizo evidente que la limpieza de imagen con el turismo ayudaría a la larga a reconstruir la economía de Nueva York. Sin embargo la idea no fue bien vista por la Asociación de Guías de Nueva York, un consorcio que agrupa a guía turísticos profesionales que se ganan la vida con los turistas en la ciudad. Una vez más, Messinger tuvo que intervenir reuniéndose con Charles Flateman, presidente en aquella época de Gray Line Tours, y un representante no oficial de los guías de Nueva York, para discutir la situación. Flateman recuerda lo impresionado que se quedó con la idea, la energía y la pasión de Brooks. En la reunión quedó patente que el proyecto no interferiría con los intereses de los guía turísticos e incluso Flateman empezó a interesarse por el proyecto brindándole información valiosa y consejos dada su experiencia en el sector.
A comienzos de 1992, Bob Johnson, editor y director ejecutivo del Newsday desde 1984 hasta 1994, tuvo conocimiento del nuevo proyecto de Brooks y se ofreció para comenzar a trabajar. Johnson consideró que una reunión de la American Newspaper Publishers Association (ANPA), que se iba a celebrar en el Hotel Waldorf Astoria a principios de Mayo, sería el lugar ideal para dar a conocer el proyecto de Brooks y poderle otorgar el apoyo financiero necesario. En concreto, se acordó la financiación durante seis meses para que Brooks tuviera el tiempo suficiente para reunir un grupo de voluntarios con los que iniciar el proyecto.
Brooks contó con dos jóvenes profesionales para trabajar en los inicios: Wendy Pedowitz, con una amplia experiencia de trabajo con voluntarios, fue encargada de la captación, selección y formación de los voluntarios; y Cathy Sidor con una larga experiencia en la industria del turismo fue la encargada de definir el producto, el tipo de público al que iría dirigido y su forma de comercialización.
El 3 de Mayo de 1992, se reunieron en el Waldorf Astoria el primer grupo de voluntarios. El proyecto Big Apple Greeter estaba en marcha. Sin embargo, la financiación inicial había llegado a su fin y el pequeño grupo de personal y los voluntarios querían asegurarse de que el proyecto tenía futuro. Estaba claro que se necesitaban tres cosas para que el proyecto Big Apple Greeter continuara: un soporte financiero estable, un equipo serio de voluntarios, y un flujo constante de visitantes interesados.
Parte de la visión de Brooks para la nueva organización era mantener los gastos al mínimo, que eran cubiertos en su mayor parte por donaciones. El espacio de oficinas y servicios tales como los teléfonos y electricidad eran soportados por la presidencia del distrito de Manhattan. Sin embargo, a pesar de que la mayor parte del personal trabajaba de forma voluntaria, era imprescindible que el núcleo estratégico de la organización tuviese una remuneración económica para mantener la gestión. Además ciertos gastos obligaron a que Brooks buscara financiación en una serie de empresas que sabía que podía beneficiarse de una nueva imagen de Nueva York, como hoteles, restaurantes y teatros que tradicionalmente habían estado asociadas al turismo. Gracias en gran parte a la estrecha colaboración de Joel Epstein, por aquel entonces vicepresidente del Chase Manhattan Bank y presidente de la primera junta de la Big Apple Greeter, Brooks tuvo acceso a una increíble serie de importantes dirigentes de empresas e instituciones de la ciudad que le ofrecieron su apoyo como American Express, Bloomingdale’s, Bowne & Company, Chase Manhattan Bank, Delta Airlines, Gray Line Tours, The Greater Harlem Chamber of Commerce, The Hotel Association of New York, Hyatt Hotels, MasterCard, MTA New York City Transit, Rouse Management, Inc. y Tiffany & Company.
En los primeros años se presentaron entre 400 y 500 voluntarios que después de ser seleccionados y formados pasaban a ser parte de la familia de los Greeters, dispuestos a mostrar la ciudad que los turistas querían ver. Al principio, había turistas y periodistas extranjeros que querían ver de cerca algunos de los peores aspectos de la ciudad. Había quien quería ver "Fort Apache", la comisaría de policía asediada en el Bronx, con la esperanza de que fuera atacada durante la visita. Otros querían visitar Harlem, esperando encontrarse con el narcotráfico, la delincuencia, el racismo y la miseria en el momento más decadente de la comunidad. Por el contrario había quienes deseaban tener una visión más objetiva de las relaciones raciales en los Estados Unidos puestas en cuestión en su país de origen.
En sus inicios, la organización recurrió a diferentes actividades para su propia promoción así como para atraer a visitantes a la ciudad, como el concurso a nivel mundial con un premio de una estancia en Nueva York con todos los gastos pagado para aquella persona que mejor describiera a la ciudad como la más romántica. El concurso lo ganó un español que al llegar a Nueva York con su esposa recibió de manos del vicealcalde Fran Reiter, la llave de la ciudad en una ceremonia en el Lower East Side que fue recogida por la prensa de todo el mundo.
La organización tuvo un duro revés el 26 de Noviembre de 2005, cuando un incendio arrasó la planta 20 del 1 Centre Street, en el Manhattan Municipal Building, donde la Big Apple Greeter tenía su oficina desde sus inicios. Afortunadamente el día coincidía con el fin de semana de Acción de Gracias y el edificio estaba prácticamente vacío. Un año después estrenaron su sitio web desde donde la Big Apple Greeter se hacía más accesible a los visitantes y a la vez más conocida.
A finales de 2010, la Big Apple Greeter recibió a su visitante 100.000 a la vez que Lynn Brooks fue nominada para la Medalla de la Libertad del New York Post, que premia a aquellas personas cuyas actividades durante el año anterior hayan mejorado la calidad de vida de la ciudad o un barrio.
Tal vez el proyecto más ambicioso de Brooks es la Red Global Greeter, una serie de proyectos basados en el concepto de Big Apple Greeter con miembros en 26 ciudades repartidas por los cinco continentes. Otra iniciativa de Brooks es la "celebrity Greeter" en la que líderes empresariales, de la comunidad, el gobierno o famosos artistas se convierten en Greeter por unas horas para compartir sus experiencias con los visitantes de la ciudad y visitar sus lugares favoritos.
En la actualidad la organización está dirigida por Alicia Pierro quien se hizo cargo en 2006 de todas las responsabilidades de la fundadora Lynn Brooks. Más de 300 voluntarios acompañan cada año de forma altruista a unos 7.000 visitantes por 114 barrios de toda la ciudad explicando sus experiencias en más de 20 idiomas. Big Apple Greeter ofrece sus servicios sin coste alguno para los visitantes gracias a la ayuda económica de sus donantes.